viernes, 5 de octubre de 2018

Devoción especial por Cristo.



San Francisco se identificaba con el pensar de san Pablo: “nosotros hemos de gloriarnos en la cruz de Cristo”. Meditaba y se gloriaba en la cruz de Cristo.

¿Por qué Cristo fue capaz de aceptar su muerte injusta? ¿Qué le llevó a morir en la cruz? Su amor a Dios, su Padre, y su amor a todos los hombres, sus hermanos.

Cristo vino al mundo enviado por su Padre para señalarnos el camino de nuestra felicidad, el camino de nuestra salvación, que se resume en amar a Dios, al prójimo y a uno mismo. Las autoridades religiosas judías vieron en su evangelio un peligro, una alternativa a la religión judía y consiguieron quitarle de en miedo matándole en la cruz, porque Jesús siguió predicando su buena noticia. Dios Padre le resucitó al tercer día y su persona, su vida, su muerte y resurrección ha inundado el corazón de millones y millones de hombres y mujeres, al que proclaman su Salvador y Redentor.

A San Francisco le fue concedida la gracia de los estigmas, es decir, llevar en su cuerpo las marcas, las heridas del Jesús crucificado.

Lo primero Dios, pero no por imposición externa, sino por descubrimiento y decisión personal. Después de un cierto tiempo, San Francisco descubrió el tesoro del que nos habla Jesús en el evangelio y “lleno de alegría, lo dejó todo por adquirir ese tesoro”. San Francisco no es un loco que hace cosas raras. Es un ser totalmente normal que busca la felicidad que todos anhelamos. De joven creyó que esta felicidad iba por el dinero y la vida licenciosa que le proporcionaba. A decir verdad disfrutaba del dinero que tenía su padre, que era un rico comerciante. Pero eso no le llenaba y cayó en la cuenta de que seguir a Jesucristo le proporcionaba más felicidad.

Lo de San Agustín: “Nos has hecho, Señor para ti y nuestro corazón estará inquieto hasta que te encuentre a ti”. Eligió la pobreza voluntariamente y la vivió con intensidad, y desde ella vivió su riqueza, que era gozar de la amistad con Dios y le hacía rico en la fuente de su alegría. ¿También para nosotros lo primero es Dios y es nuestra gran riqueza, nuestro tesoro?

Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida. Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor. Sal 26.  
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