Desde hace unos años no escribo nada en el blog, voy a tratar
de contar lo que me ha pasado durante este tiempo que me ha tenido en un estado
de sequia
Mi parálisis se acentuó mucho, y tuve que buscar ayuda ya que
mi madre iba envejeciendo. Me ha sido duro en asimilarlo; entre mi madre y yo podíamos llevar una vida “normal” sin
grandes cosas… . Pero entre que envejeció y mi espasticidad tuvimos que buscar
una persona. Hasta entonces no conocíamos la palabra cuidador.
Tuvimos que contratar a una persona para ayudarnos, mi madre
dejo de conducir, una cosa curiosa que paso fue que ya no podíamos salir a la
calle juntos: nuestros ritmos al andar eran diferente, ella iba mas rápido que
yo y eso le provocaba dolores; al final nos dábamos cita en un lugar.
Tener un cuidador en casa supone no tener intimidad, ni en lo
familiar ni en lo personal, supone estar observado por alguien ajeno a la familia
las 24 horas. Aprovechabamos cuando se iba para hablar, pero ya no era lo
mismo, se pierde espontaneidad, frescura… parecía que hablábamos enlatado, es
decir, de prisa y casi en modo telegrama.
El contratar a una persona no es fácil. Tiene que ser una que
a la vez haga bien las cosas y que guste su manera de ser, que no tenga vicios.
Ante la dificuldad de encontrar decidimos contratar a una empresa que nos mandase
a cuidadores para probar. Esa empresa resulto
ser un simple enlace entre nosotros y trabajadores carentes de experiencia:
nos mandaba a una cada semana con la confianza que alguno nos gustase. Cada
semanas teníamos que explicarle el funcionamiento de la casa. Poco a poco nos
íbamos estresando, mi madre perdió agilidad mental y yo mi forma de ser; perdí alegría, tome responsabilidades
que antes no tenia.
Hubo un verano que se fracturo la cadera teniendo que ir a
una residencia pues la cuidadora que teniamos no podía con los dos. En aquella
residencia me di cuenta de lo que pasaba;
estaba bien pero falto de personal. En aquella residencia mi madre tuvo un bajon
espetacular… a los quince días de llegar a casa su cabeza dejo de funcionar
siendo una niña chica.
No pude resistir tanta presión, me agobie y no di la talla,
no supe tener la entereza suficiente… parti de casa a una residencia, allí pase alrededor de un mes, allí lo pase
mal, y volví a casa de donde nunca debi salir.
Cuando llegue mi madre estaba viendo dibujos animados.
En marzo de ese año nos tuvimos que confinar… lo que le supuso
un empeoramiento, ¡cuantas veces se ponía su abrigo y su bolso: y lloraba tras la puerta
cerrada con llave para que no se escapase! Cogio la mania de rascarse
produciendo pupas y posterior septicemia. No pudimos hacerle entender que no se
rasque. Debido a la septicemia se le infecto el marcapasos, una de las causas de
su muerte.
Han pasado dos años desde su fallecimiento durante los cuales
he estado muy mal, incluso teniendo la tentación de no levantarme por las
mañanas, me daba igual todo, comía sin ganas, salía a la calle porque un amigo
me sacaba. Otro amigo no me dejaba que me hundiese. Un día para no escucharlo mas me apunte a
logopedia y a psicología que en la actualidad voy y me hace bien.
Este verano fui a unos
ejercicios espirituales en los cuales metí en la maleta todo lo que me había pasado
durante estos años, y que Dios actuase. Iba con este propósito. A los primeros días
tuve que batallar para hacer silencio y relajar mis pensamientos. Y una vez mas
comprobé que existía Dios… en diez días di un giro radical en mi cabeza. Al fin vuelo a decir que estoy RABIOSAMENTE
FELIZ.