Hace varios años una persona me hizo mucho daño, pensaba que
no lo podría perdonar; paso varias semanas. Pero un día rezando el padrenuestro
me di cuenta que tenía una asignatura pendiente: el perdonar. estuve varios días
pidiéndole al Señor que me concediese la
capacidad del perdón. No fue fácil... un
día le perdone.
Por aquella fecha mi madre se cayó y se rompió la muñeca: yo estaba triste,
preocupado... , pero me daba cuenta que eso no era eso, andaba como depresivo,
sin paz en mi alma. Estuve tres meses muy triste, cuando rezaba lloraba
pidiendo paz: estaba inquieto, me faltaba algo... Cuando mis amigos me
preguntaban que me pasaba, porque esa tristeza, le respondía que era por mi
madre: era la escusa perfecta, pero en mi fuero interior sabía que no era eso,
pero ¿qué era? No lo sabía. Pasaron tres meses muy malos. Llorando es cuando
estaba solo, sin motivo, me encerraba en mi cuarto, rezaba y lloraba. Rezaba
pidiendo socorro, que me devolviera esa paz en mi alma, esa alegría que siempre
tengo.
La tarde del 24 de Diciembre, Nochebuena, estaba en el sofá
frente al Belén estaba llorando y rezando a la vez pidiéndole la ansiada paz.
De repente sentí como fuego, un inmenso calor que traspasaba el corazón, y una
alegría desbordante. Mi lloro amargo paso a ser de alegría; al principio no sabía
que me pasaba... de pronto lo comprendí todo: hasta este momento sentía rencor
a esta persona. ¡Le había perdonado de verdad.!. Fue un estallido de felicidad,
me sentía feliz, de allí mi famosa frase: estoy RABIOSAMENTE FELIZ.