jueves, 4 de octubre de 2018

Solo semillas.



Cuentan que un joven paseaba una vez por una ciudad desconocida, cuando, de pronto, se encontró con un comercio sobre cuya marquesina se leía un extraño rótulo: "La Felicidad".   Al entrar descubrió que, tras los mostradores, quienes despachaban eran ángeles. Y, medio asustado, se acercó a uno de ellos y le preguntó.

- "Por favor, ¿qué venden aquí ustedes?"
- "¿Aquí? -respondió el ángel-. Aquí vendemos semillas para ser cultivadas, absolutamente de todo".

"¡Ah! - dijo asombrado el joven -.
Sírvanme entonces el fin de todas las guerras del mundo; muchas toneladas de amor entre las personas; un gran bidón de comprensión entre las familias; más tiempo de los padres para jugar con sus hijos..."

Y así prosiguió hasta que el ángel, muy respetuoso, le cortó la palabra y le dijo:

"Perdone usted, señor. Creo que no me he explicado bien.
Aquí no vendemos frutos, sino semillas."


Como en la agricultura, en la vida cosechamos lo que sembramos.

Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe? Mateo 6:30

"Confía en Yahvéh de todo corazón y no te apoyes en tu propia inteligencia."  Prov 3,5.

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