martes, 9 de octubre de 2018

Aprender de quién y para qué…



Desde bien pequeños vamos aprendiendo, casi desde que abrimos los ojos, algunas de las cosas vienen ya incorporadas en nuestro cerebro sin enseñarle, otras van arraigando en la vida y ya quedan hasta el final y como dicen los científicos aquello que no es necesario o dañino, desaparece del recuerdo.

Curiosamente hay detalles de nuestra existencia de los cuales no somos del todo conscientes pero otros, no sólo los percibimos, sino que no entendemos muy bien porqué se nos quedan tan grabados, porqué hacen tanta mella en nuestra vida, uno de ellos es el descubrir a Dios, Él está, se manifiesta, pero no todas las personas son receptivas a su presencia, a sus palabras. Es cierto que algunas situaciones son bastante desfavorables para que se perciba a Dios, pero otras veces, la gran mayoría es que hay tanto alrededor que no nos deja ver su presencia, es como las nubes que no dejan ver el sol.

Cuando descubrimos a Dios nuestra vida se hace diferente, vemos la realidad que nos rodea con otros ojos, con los que ven más allá de la pura apariencia física, los que entran dentro de la persona, dentro de las situaciones, aquellas que ponen el corazón en la miseria del otro, miran con pasión hacen de la compasión la forma de mirar.

Ojalá que miráramos la vida siempre de esa manera, probablemente cambiaría mucho la sociedad en la que vivimos.

¿Qué transmitimos con nuestra mirada, con nuestra vida? ¿Descubrimos y mostramos a Dios en la realidad que nos rodea? ¿Qué hacemos para mejorar la sociedad en la que vivimos?

Justicia y verdad son las obras de sus manos, todos sus preceptos merecen confianza: son estables para siempre, se han de cumplir con verdad y rectitud.
La alabanza del Señor dura por siempre. El Señor recuerda siempre su alianza.  Sal 110

***************************

No hay comentarios:

Publicar un comentario