jueves, 18 de octubre de 2018

Si vivimos por el Espíritu, marcharemos tras el Espíritu.

En el  pasaje de Pablo a los Gálatas, que se nos narra hoy, en el que les está hablando de la libertad que da el seguir a Cristo, les previene en no confundir la libertad con el libertinaje, pues este último hace aflorar las apetencias de la carne, que se caracterizan por acciones que van contra la ley, como son: fornicaciones, impurezas, idolatría, hechicería, enemistades, contiendas, odios, rivalidades, etc., así pues, los que obran de esta forma, están excluidos del Reino de Dios.

Sin embargo, los frutos de los que actúan según el Espíritu son: amor, alegría, paz, comprensión, servicialidad, bondad, lealtad, dominio de sí, etc.; ninguno de estos frutos van en contra de la ley, por lo tanto, aquellos que siguen a Cristo han crucificado su carne junto a sus pasiones y deseos.

Lo que nos está trasmitiendo Pablo es que, si perseveramos en el seguimiento de Jesús, por medio del Espíritu, podemos vencer fácilmente todas las pasiones y seducciones de este mundo, evitando el actuar mal frente a los demás. De esta manera nuestras obras se regirán por aquello en que Jesús resumió los mandamientos “Amar a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a nosotros mismos”.

Como nos indica el salmo nº 1 “El Señor protege el camino de los justos, pero el camino de los impíos acaba mal”

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