jueves, 15 de noviembre de 2018

La fuerza del Espíritu nos hace mejores.



San Pablo, una vez más, nos marca las pautas para nuestra vida. En cuatro palabras nos dice cómo debe ser nuestro comportamiento, tanto público como privado. La concordia. La unidad, el respeto, la obediencia… son las claves de un mundo mejor.

Pero no basta con nuestras obras, no es suficiente con nuestras intenciones, será gracias “al baño de nuestro segundo nacimiento” (el Bautismo) como lograremos colaborar para que la sociedad sea más justa en sentido amplio. Esa es la clave: cuando aparece en nuestro camino la bondad de Dios a través de Cristo nuestra vida se transforma y pasamos a ser herederos de la vida eterna, al tiempo que somos agentes necesarios para conseguir que el Reino de Dios se extienda sobre la tierra.

Los cristianos no podemos, ni debemos, guardarnos para nosotros el mensaje de Jesús, la alegría del Evangelio; tenemos que contribuir con nuestras obras a que todos lo conozcan ¡Somos la sal de la Tierra! Y contamos con la fuerza del Espíritu Santo para llevar a cabo nuestra tarea. No estamos solos en medio del mundo, somos una familia y Dios está con nosotros.

“El Señor es mi pastor, nada me falta” vamos a leer hoy en el salmo, una vez más la liturgia pone ante nosotros una sutil lección de vida.

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