Seguramente necesitamos los consejos de Pablo, igual que lo necesitaron los cristianos de Filipo. Es posible que algunas veces nos esforcemos solo por vivir un cristianismo de normas y ritos, cerrando el paso a lo espontáneo, a lo que Dios nos trata de decir en cada momento.
Muchas veces nos resulta difícil entender que Dios es quien nos empuja al cumplimiento del deber. Un deber del amor a los hermanos. A Dios no le dicen nada nuestros complicados reglamentos que nada nos facilita en nuestra relación con el hermano y muchas veces la entorpecen. Dejemos de discutir tratando de imponer las propias opiniones y escuchemos también con amor a los demás.
El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar? … Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor. Sal 26
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