miércoles, 26 de septiembre de 2018

No puedo, ha muerto.



Donna es una profesora de primaria en un típico pueblo de Michigan, en los Estados Unidos. Le faltan dos años para jubilarse. Por toda una vida ha estado frente a una clase tradicional. Pero hay algo que hace a esa maestra diferente. Es la pasión por enseñar, por hacer que sus alumnos se sientan responsables de sus vidas. Para ello ha realizado una ceremonia todos los años que ha dejado una profunda huella en los educandos. Al comenzar el año escolar, cada alumno, y ella misma, deben llenar una hoja muy especial.

Así, un alumno escribe: “No puedo hacer divisiones largas con más de tres numerales”, “No puedo hacer diez flexiones”, etc.etc. Ella misma escribe cosas como: “No puedo lograr que la madre de John asista a las reuniones de padres de familia”. Luego una alumna trae una caja de zapatos vacía al frente. Los estudiantes depositan las hojas en ella. La maestra pone la tapa y se dirige a la puerta seguida por sus alumnos. Recogen una pala, escogen un lugar en una esquina del patio, y comienzan a cavar. ¡Y entierran ahí los “No puedo”! Por muchos años ya, esta veterana profesora ha repetido el ritual.

Los alumnos que han participado en él aseguran que jamás olvidarán ese día. Después, ya en el aula, lo celebran con refrescos y palomitas de maíz. Y lo más importante, colocan al frente una enorme cartulina con la inscripción: “No Puedo” y bajo ella las letras RIP, y la fecha del día. En alguna rara ocasión, cuando un estudiante se olvida y dice “No puedo…”, la maestra sencillamente señala la lápida que cuelga en la pared. Entonces el estudiante recuerda que “No Puedo” ha muerto, y rectifica la frase.

Y bien sabe Dios que un epitafio así vendría bien en nuestras casas, y en nuestras oficinas públicas y privadas, en nuestros colegios y universidades, en nuestros talleres, fincas y fábricas. Hay demasiada gente viviendo a medias, sirviendo a medias, y obteniendo recompensas también a medias, a causas de sus “No puedo”.
Las entrevistas con los ancianos y con los que tienen enfermedades terminales, muestran que se arrepienten especialmente de lo que han dejado de hacer. Por lo tanto obraríamos acertadamente al recordar que “No puedo” ha muerto.

PorEmilioSantamaríaS.:DaleCarnegieTrainingHonduras<noticias@dalecarnegiehn.com> a través de dehondurashn.net 

Dichoso el que, con vida intachable, camina en la voluntad del Señor. Guíame, Señor, por la senda de tus mandatos. Sal 118

 "Al que se humilla, Dios lo enaltece" .  Lc. 14, 11.

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