lunes, 18 de febrero de 2019

la salvación es siempre universal

En aquel tiempo, dejó Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del lago de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos. Él, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua.  Y, mirando al cielo, suspiró y le dijo: «Effetá», esto es: «Ábrete.» Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad. Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos. Y en el colmo del asombro decían: «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos.» 
El Evangelio nos presente una de las varias curaciones que hace Jesús en territorio pagano y a personas que no profesaban la fe de Israel. Es más, viene justamente después del impresionante testimonio de la cananea que se atreve incluso a replicar a Jesús cuando le reprocha no ser judía.

Y es que la Salvación es siempre universal. Jesús sobrepasa el ámbito salvífico de Israel porque lo que le interesa es el hombre allí donde se encuentre, especialmente los que más sufren. El protagonista es sordo y mudo, tiene pues, la totalidad del mal que le aprisiona y no le deja vivir ni expresarse. Y Jesús le ordena que se “abra” a la Salvación, no ya de su enfermedad, sino de toda su vida.

Es un gran Milagro, pero, Jesús les pide que no hablen de ello. Es muy significativo que haga hablar al mudo, para que ahora le pida silencio. A él y a los demás. El evangelista quiere hacernos ver que el verdadero milagro es la Conversión integral, no simplemente una curación espectacular… pero que no abre los corazones a Dios.

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