jueves, 31 de enero de 2019

No se puede esconder la Luz


No es una cuestión de números lo que nos mantiene en pie la fidelidad. Lo que mantiene en pie la fidelidad es la constancia y el amor convencido de que nuestra esperanza en Cristo ha sido colmada como promesa, una promesa cumplida que no hay que esconder.

La fe no puede esconderse es la luz para otras generaciones por mucha desafección que exista.

La vida propuesta por Cristo, los dones ofrecidos por Dios, no pueden esconderse. De ahí que Jesús pregunte si la luz está hecha para esconderla debajo de la cama. Si escondemos a Dios con nuestras actitudes y pensamientos, Dios se descubrirá por su propia luz. La vida siempre se hace presente, nunca es un recuerdo. La vida no se oculta, ni tampoco se destruye, la vida como la luz saldrán de las penumbras humanas y mostrarán una realidad diferente a las razones que nos han derivado al ocultamiento.

Si creo no es para ocultarme. Si he nacido no es para esconderme ni de Dios ni de la vida. ¿Qué pasaría si Dios se ocultara de nosotros? ¿si el sol dejara de brillar?

La medida que uséis la usarán con vosotros. Muchas de las cosas que nos ocurren son consecuencias de nuestros ocultamientos: ocultar la verdad, la alegría, la vida, la fe, el amor. Todo lo que se oculta sale a la luz dice el Evangelio. Pues mantengamos la esperanza ante los tiempos de desafección. Sólo hay que esperar a los tiempos en que la luz salga a brillar, la alegría a sonreír, la vida a vivir, la fe a manifestarse como creyente, el amor a testimoniar la presencia de un Dios lleno de ternura y misericordia.

Pidamos a Dios, para que salgamos de nuestro ocultamiento y desafección, y puestos en pie vivamos la esperanza que nutre de sentido nuestro vivir y nuestro amor.

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