sábado, 12 de enero de 2019

El solía retirarse al despoblado, y se entregaba a la oración

 Una vez, estando Jesús en un pueblo, se presentó un hombre lleno de lepra; al ver a Jesús cayó rostro a tierra y le suplicó: «Señor, si quieres puedes limpiarme.»    Jesús extendió la mano y lo tocó diciendo: «Quiero, queda limpio.» Y en seguida le dejó la lepra.  Jesús le recomendó que no lo dijera a nadie, y añadió: «Ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés para que les conste.»  Se hablaba de él cada vez más, y acudía mucha gente a oírle y a que los curara de sus enfermedades. Pero él solía retirarse a despoblado para orar. Lc  5, 2-12



En el relato de San Lucas vemos como Jesús, ante el leproso que se presenta ante Él, rostro en tierra, siente compasión, y al decirle el leproso "si quieres puedes curarme", Jesús, extendiendo la mano, lo toca y le confirma "Quiero, queda limpio".

El maestro comienza por un gesto de cariño extendiendo su mano y tocándolo, cosa que estaba proscrita para los judíos, pues consideraban al leproso como "impuro", y, de hecho, éstos debían anunciarse como impuros cuando se acercaba alguien e, incluso, vivir alejados de las poblaciones. Jesús, como siempre, le advierte que no lo diga a nadie y que ofreciera al sacerdote lo que prescribía Moisés por la purificación.

Los hechos de Jesús no pasaban desapercibidos, y la gente hablaba cada vez más de Él y acudían de todas partes a oírle y a que les curara.
Pero Jesús no quería darse un "baño de multitudes" y, en el momento que podía, se retiraba a un sitio solitario para orar.

¡Qué diferencia con la actitud puramente humana! La mayoría queremos que se hable de nosotros, que reconozcan nuestros méritos, que nos convirtamos en personas preeminentes y en la admiración de quienes nos rodean.
Jesús, por el contrario, ante una curación milagrosa dice: “tu fe te ha salvado”, como quitándose importancia, y al mismo tiempo les invita a que no digan nada a nadie.

Jesús huye del protagonismo y no le gusta la adulación, por eso, en el momento que puede, busca la soledad, para poder orar al Padre que lo ha enviado.

¿Estamos convencidos que Jesús es el Hijo de Dios? ¿Confiamos que Dios nos reserva una vida eterna? ¿Que preferimos la humildad o estar siempre en el candelero?

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