sábado, 26 de enero de 2019

La teofania de Pablo

s Hechos de los Apóstoles 22,3-16
En aquellos días, dijo Pablo al pueblo: "Yo soy judío, nací en Tarso de Cilicia, pero me crié en esta ciudad; fui alumno de Gamaliel y aprendí hasta el último detalle de la ley de nuestros padres; he servido a Dios con tanto fervor como vosotros mostráis ahora. Yo perseguí a muerte este nuevo camino, metiendo en la cárcel, encadenados, a hombres y mujeres; y son testigos de esto el mismo sumo sacerdote y todos los ancianos. Ellos me dieron cartas para los hermanos de Damasco, y fui allí para traerme presos a Jerusalén a los que encontrase, para que los castigaran. Pero en el viaje, cerca ya de Damasco, hacia mediodía, de repente una gran luz del cielo me envolvió con su resplandor, caí por tierra y oí una voz que me decía: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?" Yo pregunté: "¿Quién eres, Señor?" Me respondió: "Yo soy Jesús Nazareno, a quien tú persigues." Mis compañeros vieron el resplandor, pero no comprendieron lo que decía la voz. Yo pregunté: "¿Qué debo hacer, Señor?" El Señor me respondió: "Levántate, sigue hasta Damasco, y allí te dirán lo que tienes que hacer." Como yo no veía, cegado por el resplandor de aquella luz, mis compañeros me llevaron de la mano a Damasco. Un cierto Ananías, devoto de la Ley, recomendado por todos los judíos de la ciudad, vino a verme, se puso a mi lado y me dijo: "Saulo, hermano, recobra la vista." Inmediatamente recobré la vista y lo vi. Él me dijo: "El Dios de nuestros padres te ha elegido para que conozcas su voluntad, para que vieras al Justo y oyeras su voz, porque vas a ser su testigo ante todos los hombres, de lo que has visto y oído. Ahora, no pierdas tiempo; levántate, recibe el bautismo que, por la invocación de su nombre, lavará tus pecados."


En el  relato de hoy de los hechos se nos narra la conversión de san Pablo camino de Damasco. Saulo, un judío estricto y convencido, que persigue a los cristianos, se encuentra con la intervención de Dios que se cruza en su camino: “¿Saulo, por qué me persigues?” Una teofanía que le desmorona y le absorbe.

Saulo se convierte en Apóstol del Señor, testigo del resucitado, con toda la fuerza de su ser. Acepta con toda su alma esa misión, hasta el punto de confesar “Ay de mí si no evangelizara”. Ha entendido lo que Jesús quiere de él y a ello dedicará toda su vida y sus esfuerzos. Prototipo perfecto para nosotros cuando nos encontramos con el Señor y nos enamoramos como Pablo de esa misión evangélica de anunciar la misericordia y la gracia de Dios para todos los hombres. Encontrarse con el resucitado es percibir el amor de Dios que sobrepasa todas nuestras realidades y nos urge a ser sus testigos.


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