Una vez más, la educación y la formación son elementos fundamentales para cambiar la vida de las personas y reducir las desigualdades. Una niña que tiene la oportunidad de ir
al colegio va a tener una vida completamente diferente. La educación de una
mujer o niña, además, repercute de manera directa en su familia y en su
comunidad. Una
mujer educada es una mujer más fuerte y con mejores herramientas para enfrentarse a los problemas.
Mejorará la alimentación y la higiene de la familia, sus hijos irán a la
escuela porque pondrá en valor los conocimientos para un mejor futuro, tendrá
formación y podrá adaptarse más fácilmente al mercado laboral, conocerá sus
derechos y no será explotada y participará en la toma de decisiones de su
comunidad. "Nunca imaginé levantarme en el consejo de mi aldea y hablar
delante de mis vecinos", explica una de las mujeres que ha participado en
los cursos de alfabetización que los misioneros salesianos llevan a cabo en la
región de Kara, en Togo. 'Yo he mandado a todos mis hijos e hijas al colegio.
Es la manera de que tengan un futuro mejor y
espero que mis hijas puedan avanzar un poco más", añade otra de las mujeres.
La falta de acceso a la educación no es
el único riesgo al que se enfrentan las niñas y las mujeres en el mundo. Así, 500.000 mujeres al año mueren durante el
embarazo o en el parto, millones de mujeres sufren la violencia de sus compañeros o de otros
hombres y, a pesar de realizar el mismo trabajo que los hombres, sus salarios están entre un 10% y un 30%
por debajo. Las
mujeres y niñas suponen más del 50% de las personas migrantes en el mundo y
también cerca del 80% de las personas que son traficadas, según cifras de
Naciones Unidas.
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