Dedica un rato a mirar
atentamente tu reloj. Quítatelo de la muñeca, tenlo entre tus manos,
contémplalo como a un testigo silencioso de tu vida. Ponló junto a tu oído y
escucha su tic-tac acompasado que marca el paso de tu tiempo. Recuerda cuántas
veces al día, aproximadamente, le echas una ojeada para ponerte en contacto con
esa dimensión importante del tiempo. Seguramente que a veces lo miras con
impaciencia, como si quisieras empujar sus manillas, y otras, en cambio,
querrías detenerlas para prolongar unos momentos felices...
Ahora te sientas a solas
con Jesús. Le hablas de cómo vives el día a día: con prisa, con serenidad, con
preocupación por el mañana, con paz... Escucha las palabras que dijo un día y
que el evangelio nos guarda como un tesoro: «No andéis agobiados por la vida,
pensando qué vais a comer, ni por el cuerpo, pensando con qué os vais a vestir;
porque la vida vale más que el alimento y el cuerpo más que el vestido. Fijaos
en los cuervos: ni siembran ni siegan, no tienen despensa ni granero y, sin
embargo, Dios los alimenta. Y ¡cuánto más valéis vosotros que los pájaros! Y
¿quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de
su vida?... Ya sabe vuestro Padre que tenéis necesidad de eso" (Le 12,
22-31).
Descubre las preocupaciones
que te agobian y déjalas en manos del Padre... Confíate en sus manos. Lo pueden
hacer todo nuevo.
Dolores Aleixandre.
R.S.C.J.
No hay comentarios:
Publicar un comentario