miércoles, 3 de septiembre de 2025

El niño heroe


 


Un niño de ocho años corría apresurado por la acera, sintiendo el reloj como un enemigo implacable. Iba tarde a la clase de matemáticas, y ya podía imaginar la mirada severa de su profesora y el regaño que le esperaba. Para empeorar las cosas, el ascensor del edificio estaba fuera de servicio, obligándolo a subir corriendo por las escaleras.

Mientras cruzaba la calle, sus ojos se toparon con un coche gris estacionado. En el asiento del pasajero había un niño pequeño, más o menos de la edad de su hermano, llorando con fuerza y golpeando el cristal con los puños. El calor dentro del coche era evidente y no había ningún adulto cerca.
Un nudo de miedo y decisión se formó en su pecho. Podía seguir corriendo y llegar tarde a clase… o quedarse y ayudar. Pensó en su hermano: “Si fuera él quien estuviera atrapado… ¿y nadie hiciera nada?”
Sin vacilar, levantó una piedra pesada del suelo y golpeó el vidrio con fuerza. El cristal se rompió y la alarma del coche se activó. Con cuidado, abrió la puerta y sacó al niño, que seguía llorando y agitado.
Minutos después, llegó corriendo la madre del niño, con el rostro lleno de terror y lágrimas. Abrazó a su hijo con fuerza y no dejaba de repetir gracias al pequeño héroe. Él, limpiándose las manos en la camisa, solo suspiró y continuó su camino hacia la escuela, pensando en cómo explicaría a la profesora su retraso.
Como esperaba, la maestra lo recibió con un grito:
—¡Llegas tarde otra vez! ¡Cuántas veces más tendré que repetirlo! ¡Llamaré a tus padres!
—Pero… —intentó decir, pero las palabras se le atoraron.
—No me importa lo que estabas haciendo. ¡Te he dicho mil veces que llegues a tiempo! Siéntate y mañana vienes con tus padres.
El niño bajó la cabeza y se sentó en su pupitre, resignado. Pero justo entonces, algo inesperado sucedió. La puerta del aula se abrió y la madre del niño que había rescatado apareció, seguida del pequeño que sostenía un ramo de flores silvestres.
—Señorita… —dijo ella con una sonrisa tímida—, quería que supiera lo que hizo. Mi hijo está bien gracias a él.
La clase quedó en silencio. La profesora parpadeó, sorprendida, y el niño que había llegado tarde se levantó un poco sonrojado, con el corazón latiendo fuerte. Por primera vez, en lugar de regaños, recibió una ovación silenciosa de sus compañeros.
Ese día, comprendió que a veces, incluso cuando parece que todo va mal, un acto de valentía puede cambiarlo todo… y que la verdadera recompensa no siempre se mide en tiempo o castigos, sino en vidas salvadas y corazones conmovidos.

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sábado, 24 de mayo de 2025

El apagón


       

El día del famoso apagón me pillo tomando cafelito en la calle, al principio no me preocupe y seguí con mi café. Pero a lo largo de los minutos oí que era en todo el barrio y después que en España, no, y en Francia... creí que era un ataque de Putin.. paso 2 dos horas y decían que iba para largo.

Que hacer... los cajeros no funcionan, llevaba 10 euros en monedas, mi cuidadora, maría, subió a la casa en busca de comida; en el portal comimos un sanduish..

Ya eran las 4 de la tardes, había que subir los 8 pisos!! entre cuatro vecinos y mi fisioterapeuta, que por casualidad pasaba por la calle, me subieron, para colmo un vecino tiene mal el corazón, y mi afán era decirle que vigilase la silla eléctrica, pero en el fondo le decía eso para que no se esforzara. Aquella noche mi silla durmió en la clínica EURODENT, que, es de total confianza, allí me arreglan mis dientes.

Cuando llegue a casa estaba completamente ahogado, pero feliz de saber que no tengo vecinos sino verdaderos amigos, y un fisio con un gran corazón,


sábado, 8 de febrero de 2025

¡dios mío!

 




Reflexión a la expresión, ¡dios mío!.

Quien no ha utilizado esta expresión.. muchas veces, en tono de broma, me han contestado que era un egoísta, que dios es de todos

pensando un día me vino una idea. Esta expresión tiene mucho que decir.

Si Jesús no ha muerto por la humanidad entera, sino por cada uno individualmente, con nombre y apellido, si jesus ha muerto por mi, y jesus es la segunda persona de la santísima trinidad, quiere decir que dios es mio propiamente dicho