De este cuento tradicional, circulan en África Occidental varias
versiones. Todo reflejan uno de los aspectos más feos de la naturaleza humana:
el desagradecimiento, del que difícilmente se escapa uno. Uno de nuestros
proverbios castellanos lo resume de forma lapidaria y contundente. "Cría
cuervos y te sacaran los ojos."
En el cuento Peul, recogido por Hampate
Ba la liebre ocupa un lugar importante dando uní lección de prudencia, virtud
que debe acompañar siempre las acciones por buenas que sean.
Un día se declaró un gran incendio en la
selva, las llamas llegaron cerca del río y acorralaron a un cocodrilo imprudente
que tomaba el sol lejos de la orilla. Cegado y desorientado por el humo, el
cocodrilo no encontraba el camino para volver al río. Pasó varios días sin
poder comer. Hambriento y desesperado gritaba: ¡Ayuuuda! ¡Ayuuuda!
Un hombre que volvía del campo oyó los
gritos, se detuvo, vio al cocodrilo que le dijo.
- Me he perdido y si
alguien no me lleva al río moriré.
El hombre después de pensarlo, se acercó y pidió al cocodrilo que se
metiera en un saco para poder llevarlo más fácilmente sobre su cabeza.
Así llevó su pesada carga hasta la orilla. Este se zambulló en el
fondo del río y de un rápido movimiento se volvió. El hombre que no había
tenido tiempo de llegar a tierra sintió de pronto las fauces del cocodrilo
mordiendo su pie mientras le decía.
- ¡Hombre, llevo una semana perdido en la selva sin poder comer y me
muero de hambre!
- ¿Así me pagas el bien
que te he hecho?
- ¡Eso no se puede hacer!
Ante
la indignación del hombre, el cocodrilo aceptó esperar y oír la opinión de los que vinieran a beber, no pasó mucho tiempo hasta que una yegua desdentada y tiñosa se acercó a beber. El cocodrilo la interpeló:
- Quiero que me digas, le dijo, si en la
casa de los habitantes de la tierra firme, se puede pagar una buena acción con
una mala acción.
- Si
no fuera así, contestó la yegua temblando de miedo, yo no estaría aquí, en el
estado en que ves...Cuando envejecí mis amos dejaron de cuidarme y me abandonaron
en la sabana. Así que sí es verdad, que una buena acción no puede pagarse con
una mala acción, eso no pasa en nuestro pueblo".
El hombre no aceptó ninguno de los dos
juicios y pidió otra opinión.
Al cabo de un tiempo llegó una liebre. El cocodrilo la llamó para que
juzgara entre ellos. La liebre aceptó con solemnidad.
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-Hablad, os escucho. Y, ¡no digáis mentiras! Después de escuchar
atentamente sus versiones, la astuta liebre dijo dirigiéndose al cocodrilo.
-Cocodrilo, creo que tienes razón y este hombre miente porque tú no
puedes caber en este saco. Vamos a probarlo.
El cocodrilo entró en
el saco. Entonces la liebre susurro:
¡Rápido hombre, ata fuerte el saco! Golpea fuerte y tendrás la carne
que tanto te gusta para acompañar el arroz.
El
hombre cargó con el saco e invitó a la liebre a su casa para que su familia le
agradeciera lo que había hecho por él. Al llegar a su casa, el hombre entró
para comprobar su estado antes de hacer entrar al visitante. Se encontró con
algo inesperado: su hijo estaba gravemente enfermo y el curandero le dijo:
¡Rápido hombre, las caracolas han hablado! Tu hijo necesita sangre de
cocodrilo y sesos de conejo para curarse.
Chisst, dijo el hombre llevándose los dedos a los labios, baja la voz,
aquí tengo la sangre de cocodrilo, y en cuanto entre la liebre que me acompaña,
golpeadla y partidle la cabeza.
La liebre que había escuchado la
conversación, escapó a grandes saltos, y se perdió entre los matorrales,
diciendo.
-Ahora sé que cada vez que uno oye una
discusión o una pelea es porque se ha pagado una buena acción con una mala.
Pero cuando esto ocurre, es porque el autor de una buena acción no ha sido lo
suficientemente precavido.
Cuento de Amadou Hampate Ba. Presentado y adaptado por Paquita Reche,
Mnsda Revista AFRICANA
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