martes, 29 de marzo de 2011

IV Jacob y sus hijos (2)

IV  Jacob y sus hijos (2)
GENESIS cap.25-30

Hemos dejado a Jacob al borde de un pozo en Harran. Acaba de encontrar a Raquel, y su corazón  se inflama. Desde ese día tendrá por ella una ternura sin fin que nos lo hace simpático. Espontáneamente, la joven invita el extranjero a su casa. Se encuentra con Laban, primo de Isaac y hermano de Rebecca. Este segundo encuentro con su tío abre un periodo algo dudoso. Efectivamene Laban, con una fachada sonriente, es más decidido y astuto que Jacob, y no necesita la bendición divina. Pronto vamos a saber que no solamente tiene una hija casadera, sino dos.
Según las costumbres de la época, es el joven quien tiene que pagar la dote. Jacob no tiene nada, nada más que sus dos brazos vigorosos. Él mismo propone a su futuro suegro ponerse a su servicio durante siete años. ¡Bien lo vale Raquel!
Dicho y hecho, por lo menos de parte de Jacob, y más tarde se contará que esos siete años le parecieron algunos días. Su amor por Raquel bien lo valía. Por fin, llega el día de los esponsales. Laban invita a la gente de alrededor y parientes y da un gran banquete. A la noche, conduce a su hija en la camara nupcial, la puerta se cierra, y es así como se convierte en  yerno de Laban… pero no en marido de Raquel. Cuando se levanta el día, Jacob descubre con estupor que su mujer no es la que creía: es Lea, la mayor. Comprende entonces que Laban es más astuto que él.
Despues de una fuerte discusión, y como la poligamia está autorizada en aquella época, Laban acepta darle a Raquel contra otros siete años de leales servicios. Menos mal que al cabo de una semana puede casarse con la que quiere.
Entonces la cuestión es quién tendrá la primera de las dos un hijo. Curiosamente no es la preferida quien los tiene. Lea tiene año tras año a Rubén, Simeón, Levi y Judá. Entonces Raquel tiene una idea. Como hizo Sara, la abuela de Jacob, autoriza la unión de su sirvienta con su marido y a su tiempo dos bebés están depositados en las rodillas de Raquel que se convierte en su madre: Dan y Neftali. Lea sigue con tres hijos: Isacar y Zabulón, y una hija, Dina.
Por fin, los ruegos de Raquel son escuchado por Dios y trae al mundo un hijo que llamará José que quiere decir “Dios nos dará más”, y efectivamente, cuando vuelvan a su país, tiene otro hijo: Benjamín.


                                                                                   Marie Noëlle THABUT

Traducido de “Panorama”, diciembre 2009

jueves, 24 de marzo de 2011

Daros mutuamente la Paz

Esta vez yoy a hablaros de un momento de la Misa que a mi en particular no me gusta: el darse la paz. Lo veo totalmente ridículo pues nos damos la paz entre nosotros o, al de al lado que no conocemos. Pero ¿qué pasa con el vecino de abajo que pone la tele a todo volumen?, ¿qué hay de nuestro jefe que quiere el trabajo para “ayer”?,  Que cada uno se aplique donde mas le duela.

Cada vez que doy la paz procuro pensar en personas que de verdad necesito dar la paz; este es el verdadero sentido de darnos la paz antes de recibir al Señor, o por lo menos para mi.  La próxima vez que deis la paz pensar en .... (Mt 5, 44-48)

Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir el sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.

lunes, 21 de marzo de 2011

III.- Jacob y sus hijos.

Génesis cap. 25-36


Oímos con frecuencia el nombre de Jacob en la trilogía conocida: “El Dios de Abraham, Isaac y Jacob”. Cada vez que  se quiere fortalecer la fe de las personas de la Biblia: el Dios que, en el pasado, ha guardado su fidelidad hacia estos tres patriarcas, la guardará por siempre hacia todos sus descendientes. Y, es sobre todo hacia Jacob que esa fidelidad de Dios es la más admirable.
Jacob no era un monaguillo, muy lejos de eso. Se dice incluso que ¡empezó a pelearse con su hermano en las entrañas de su madre! Eran gemelos. Nacido después de su hermano, era naturalmente considerado como el segundo, sin embargo la primera meta de su existencia fue suplantar a su hermano para recuperar la herencia. ¿Era tan rico su padre Isaac? Si y no.
Nómada, no tenía territorio y no conocemos la importancia de su ganado. Pero todos sabían que, al día señalado, trasmitiría a su hijo mayor la famosa bendición de Dios que acompañaba a su familia desde Abraham. Esaú, el hijo mayor, esperaba pues con paciencia lo que le pertenecía por derecho y se comportaba de forma a complacer a su padre. Pero Jacob estaba decidido. Para llegar a sus fines tuvo que actuar en dos tiempos: primero adquirir una apariencia de legitimidad comprando a su hermano su derecho de primogenitura. Un día que Esaü volvía de cazar, agotado, hambriento, se abalanzó sobre el plato de lentejas preparado por su hermano. Jacob entonces propuso el trueque: la primogenitura contra las lentejas. Aceptado. La segunda etapa fue más peliaguda y Jacob tuvo que obrar con astucia, aprovechándose de la debilidad del viejo Isaac. Ese, ciego, y Rebeca, la madre, prefiriendo a Jacob,  le ayudó a substituir a Esaü. Isaac, engañado, pronunció de buena fe la famosa bendición.
Descubriendo el engaño, Esaü fue invadido por la ira, la desesperación y el odio hacia su hermano. Pero no se invoca en vano el nombre de Dios: “Le he bendecido y bendito será” decidió el padre.  Notaremos que Dios mismo acepta comprometerse por la palabra de los hombres… incluso cuando está pronunciada en falso. Desde entonces, el odio, sea activo, sea dormido, no va a cesar jamás entre los dos hermanos, sus familias y sus descendientes. 
Para alejar a Jacob de su hermano, Rebeca lo mandó a buscar una esposa al país de sus padres, a Harran, donde estaban establecidos los parientes de Abraham. ¡Una mujer escogida en la familia es la mejor garantía para la transmisión de los valores familiares! Jacob se va hacia lo desconocido, solo. Pero no totalmente solo: Dios le acompaña porque la bendición, incluso robada, sigue valida. Dios es fiel. “no sabría negarse a él mismo” dirá más tarde S. Pablo.
Una noche, en Betel, cuando se ha instalado para dormir a cielo raso, Jacob tiene una visión: una escala une cielo y tierra, unos ángeles de Dios suben y bajan. Luego Dios mismo le aparece repitiendo palabra por palabra la promesa hecha a Abraham e Isaac: una descendencia numerosa como el polvo de la tierra y el país de Canaán para vivir en paz.  Al alba, Jacob, tranquilizado, exclama: “Realmente, era el Señor, y no lo sabía”. Sigue su ruta más seguro, prometiendo adoptar ese Dios a la vuelta si vuelve sano y salvo. A su llegada cerca de Harran, tiene un encuentro inolvidable: es su prima, es hermosa, se llama Raquel.


                                                                       Marie Noëlle THABUT

Traducido de “Panorama”, noviembre 2009

miércoles, 16 de marzo de 2011

Anunciamos tu muerte

Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. Ven, Señor Jesús

Esto es lo que decimos justo al terminar de consagrar en Pan y el Vino. Muchos caemos en la tentación de creer que es solo un recordatorio del momento de la cena. Pero no, es el propio Jesús que se da a nosotros, a ti, y a mí ¡que cosa más extraordinaria: todo un Dios muere por mí!. Particularmente me gusta arrodillarme como señal de plena sumisión al único Dios. “Al Señor tu Dios adorarás y a El solo le darás culto” Mt 4, 10.

En la Cena se adelanta a la pasión cruenta de la Cruz. Cada ves que se consagra el pan y el Vino, se convierte realmente en el Cuerpo y la Sangre; lo que quiero decir es que cada ves muere por nosotros realmente, perpetuo, eterno. “habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo” Jn 13, 1.

La Resurrección. ¿Qué puedo decir de la resurrección? Es el momento que nos abre el camino al Cielo. Jesús ha resucitado, pero no se ha ido y ya esta, es la ruptura con el pecado. La palabra proclamar significa cantar, gritar, regocijo, de  la noticia que Xto ha triunfado a la muerte. Cuando decimos en el Credo decimos que bajo a los invierno queremos decir que resucitó a los justo que hasta entonces estaban “perdidos”. Nos ha abierto el camino hacia nuestra Patria.

Ven, Señor Jesús. Ven. Tiempo imperativo. Parece que le estamos dando una orden al Señor. Estamos diciéndole que venga por segunda ves, lo que llamamos la parusia, la consumación de los tiempos. ¡Ven, que estamos sedientos de ti!. Es un deseo mas que una orden, pero un deseo tan deseado que lo expresamos con una orden: Ven Señor, no tardes.


lunes, 14 de marzo de 2011

II La vocación de Abraham

II   LA VOCACIÓN DE ABRAHAM
Génesis, cap.12-25

Abriendo el capítulo 12 del libro del Génesis, se descubre un nuevo genero literario: nos cuentan una gran aventura, una saga familiar que comprende varios siglos y va a través del Oriente Próximo, según los desplazamientos de los nómadas y sus rebaños, pero también según las ordenes de Dios. La intención del autor no permite duda: ha decidido arraigar a los hijos de Israel en la memoria de la inmensa alianza que Dios ha contraído con sus lejanos antepasados.
Todo empieza con la historia de un anciano, nómada, Terah, que decide un día dejar su Babilonia natal –Ur de Caldea exactamente- con su hijo Abraham, con su mujer Sara y uno de sus nietos, Lot: con sus rebaños siguen la piste, una llanura larga entre el Tigris y el Eufrates, rica en agua, y luego bajaron hacia el Mediterráneo y la llanura de Canaán. Muerto Terah, siguen Abraham y Sara, ancianos y sin hijos. Pero a esa pareja estéril, Dios le promete larga descendencia, tan numerosa como las estrellas del cielo, que el polvo de la tierra. A pesar de lo insólito de la promesa, Abraham la toma en serio. Por eso, seguimos hablando de él en nuestros días, porque son hijos de Abraham  los que toman en serio las palabras de Dios, como lo dirá S. Pablo.
Dios lo ha previsto todo: le destina la tierra de Canaán, donde Abraham y su descendencia encontrará la prosperidad, la paz y la seguridad. Y por encima de todo, la amistad de Dios.
El primer contraste que nos sorprende es que, en su Babilonia natal, se pensaba que las divinidad reinaban sobre un territorio delimitado y sus habitantes, y he aquí que ese Dios, desconocido hasta ahora, parece acompañar a su amigo por todas partes y no hacerle caso de (a) las fronteras. De allí en adelante, la ruta de Abraham le lleva hacia la tierra prometido por Dios. Sin embargo, la descendencia prometida tarda en llegar. Pero Abraham guarda la misma actitud de fe. Dios repite la promesa, Abraham lo cree. ¡Isaac nace cuando su padre festeja sus cien años!
El porvenir de este niño es incierto porque la costumbre de muchos de sus contemporáneos es ofrecer en sacrificio el hijo primero a la divinidad local. Se cree que ese hermoso gesto trae numerosos hijos a la pareja. ¿Tomará ese riesgo Abraham? Humanamente sería una locura, pero Abraham cree en la promesa de su Dios y está dispuesto a todo. El día en que Dios le dice: “Ofréceme a tu hijo”, Abraham se prepara para el sacrificio. En el último momento, descubre que se equivoca sobre las intenciones de ese Dios diferente que no quiere sacrificios humanos. Ha dicho “ofréceme”, no “mata”. Y luego:”No extiendas tu brazo sobre el niño”. Ofrecer, en lenguaje bíblico, significa ver en él un regalo de Dios.
En definitiva, se puede resumir la aventura de Abraham en esas palabras: “Abraham tuvo fe en el Señor y por esto fue considerado como justo”, es decir en concordancia con el proyecto de Dios.

                                                                                  Marie Noëlle THABUT
                                                                                              Biblista

Traducido de “Panorama”, octubre 2009

sábado, 12 de marzo de 2011

Un error médico


El otro día una buena amiga me contó la pesadilla que tuvieron que pasar con el embarazo de su segunda hija: los médicos les dijeron que venia mal, y que en un 99% tendría problemas; les propusieron que abortarse, y al negarse rotundamente le dijeron que le iban a hacer una miocentesis para averiguar los defectos del feto.

Tenían muy claro que no querían abortar tuviese lo que tuviese la niña, y decidieron no hacérsela – siempre hay un riesgo-; Los médicos les hizo  presión para realizar el aborto; estaban angustiados, preocupados; pasaron unos meses muy malos pensando en su bebe venia mal, los problemas que tendrian ….

Llego el día del parto: los médicos estaba a la espera de complicaciones: se equivocaron, la niña nació sana, un parto bueno; ahora la niña tiene 3 tres años, es guapa, inteligente, alegre: una joya

Y yo pregunto: ¿Qué  hubiera pasado si los padres presionados por los médicos hubiesen abortado? ¿La familia hubiese sido igual sin ella? ¿Cuántos abortos se cometen por error de los médicos? ¿Cuántas familia quedan destrozadas?

lunes, 7 de marzo de 2011

I. Jacob, el amigo de Dios.

AL PRINCIPIO.
                                                                                              Génesis, 1-11

“Al principio”. Tal es, en hebreo, el título del primer libro de la Biblia y son sus dos primeras palabras. El autor habla en pasado: no pretende haber asistido a ese primerísimo instante de la historia. Narra solamente lo que ocurrió en un momento en que nadie puede pretender haber sido testigo. Con decisión, cuenta: “Al principio, Dios creó el cielo y la tierra”. ¡Información capital! El escritor es creyente, se compromete de entrada en una de las mayores preguntas que dividen a las personas: ¿Existe Dios? Sí, nos dice el autor, Dios existe y es creador. Y además creador a partir de la nada. Hasta ahora no existía nada, y de aquí adelante, cielo y tierra son.
Así, los once primeros libros de la Biblia van a descubrir algunas informaciones importantes que serán como la base del conjunto de los libros que la componen.
La primera información dice que Dios es el Creador de todo; la segunda nos dice su motivación. No hay más que una: la felicidad de la humanidad. “Dios vio que era bueno”, es el estribillo que se repite en la primera narración de la Creación. Y esa felicidad pasa por una responsabilidad y una libertad. Frente a la creación, la pareja humana es como un jardinero encargado de la harmonía y del crecimiento del conjunto. Pero el jardinero no es ni el creador, ni el propietario del jardín: es un administrador. Eso supone una relación de confianza entre él y el Creador. Luego viene la tercera información dada: si el veneno de la sospecha viene a envenenar la relación, si el hombre desconfía de su creador, todo se estropea. El jardinero ya no obedece a las directivas de su amo, forja su propia desgracia y el jardín mismo padece.
Todo eso se cuenta como una fábula: una pareja en un jardín  fabuloso, cantidad de árboles  “hermosos y buenos”, la posibilidad de utilizarlos como quieran. Un solo árbol está prohibido, sus frutos están envenenados, ha dicho Dios. Pero, una serpiente viene a destilar su veneno: que no, los frutos esos no son venenosos, al contrario, encierran los secretos de la creación. Por eso Dios se los guarda. El mentiroso habla bien, la mujer lo escucha y el hombre escucha la mujer. “Mentir, mentir, algo queda”. la mentira –aquí la sospecha sobre las intenciones del Creador- suena a través de todo la historia humana.
Las cosas se complican más todavía cuando la sospecha llega sobre las diferencias de trato supuestas entre criaturas: ¿mira Dios a mi hermano más benévolamente que a mí? Es el drama de Caín y Abel; ese provoca sin quererlo el celo de su hermano. Lo paga con su vida. Dios, sin embargo, lo había avisado: la violencia es como un animal agazapado en tu puerta. Domínala. Una lección más, válida para todas las edades. La violencia no es más que una recaída en la animalidad; la Biblia tiene el mérito de llamar las cosas por su nombre y describir la espiral de venganza que contamina toda la historia de la humanidad.
Pero Dios mantiene su hermoso proyecto  y cuando, en tiempos de Noe, la humanidad entera está sumida en la maldad y la infelicidad, encuentra el medio de volver a poner en marcha la historia con un hombre justo y su familia. Más tarde Dios interviene otra vez para evitar a la raza humana deslizarse por una cuesta peligrosa: la del pensamiento único. En Babel, creían haberlo previsto todo: unamos nuestras fuerzas y si todo el mundo hace lo mismo en el mismo sitio, nada nos parará. Pero cantar al unisono no vale la polifonía.


                                                                       Marie Noëlle THABUT
                                                                                  Biblista.
Traducido de “Panorama”, setiembre 2009