viernes, 18 de agosto de 2017

UN DOLAR A LA SEMANA

Tres años trabajando de seis de la mañana a seis de la tarde. Un día de descanso, el domingo. El dueño de la tierra se comprometió a alimentarlo y lo hizo sin excesos, pero también sin demasiada tacañería. Así pasó tres años de su vida.
Al recordar la temporada transcurrida en Nigeria, Juan no expresa ningún sentimiento de pesar. Al contrario, se considera afortunado y repite con frecuencia: "Trabajé mucho, pero al final conseguí la bici­cleta y la radio." Juan se detiene más cuando cuenta el viaje de regreso, lleno de pequeñas aventuras, más que en los tres años monótonos de trabajo en Nigeria. Al volver tuvo que pedalear durante cuatro días para llegar a la frontera y otros dos para llegar a casa.
Iba con un grupo de amigos, todos de Takassari. Pedaleaban de día y de noche, más de noche que de día, para escapar de las menas del orden. Las ciudades que encontraban en el camino las sorteaban por pistas periféricas que recorrían de noche.
Ahora Juan exhibe su bicicleta como trofeo de triunfo. En el guardabarros de atrás ha colocado una pegatina: dos dedos que celebran la conquista con un cartel: victoria. En cuanto a la radio, Juan la ven­dió enseguida, porque necesitaba dinero. La bicicleta en cambio, no la venderá nunca, es demasiado importante para tener un poco de independencia e ir más rápido donde están los campos o el mercado.
Enhorabuena, Juan! Has ganado. Alguien hablara tal vez con razón de "explotación" de " moder­na esclavitud ". Si se hacen cuentas, has trabajado por un dólar a la semana en un mundo en que el umbral de la pobreza se considera un dólar por día. Si en nuestro planeta hay gente riquísima, tú estás seguramente en el extremo opuesto: los paupérrimos, pero sabes que la vida de tu aldea no ofrece alter­nativas.
¿Que hacer? ¿Lamentarse? ¿Quien te escucharía? ¿Cambiar la situación? Por ahora es imposible. "La prueba dice Juan, es que en mi aldea no encontrareis jóvenes de 14 o 15 años. Todos están en Nigeria ". Es cierto. Es como si la aldea permaneciera huérfana de jóvenes. Cuando Juan regresó, otros se iban. Ahora están trabajando en algún lugar al norte de Nigeria, y sueñan con una bicicleta y un regre­so victorioso.

Aguiluchos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario