Tres años trabajando de seis de la mañana
a seis de la tarde. Un día de descanso, el domingo. El dueño de la tierra se
comprometió a alimentarlo y lo hizo sin excesos, pero también sin demasiada
tacañería. Así pasó tres años de su vida.
Al recordar la temporada transcurrida en
Nigeria, Juan no expresa ningún sentimiento de pesar. Al contrario, se
considera afortunado y repite con frecuencia: "Trabajé mucho, pero al
final conseguí la bicicleta y la radio." Juan se detiene más cuando
cuenta el viaje de regreso, lleno de pequeñas aventuras, más que en los tres
años monótonos de trabajo en Nigeria. Al volver tuvo que pedalear durante cuatro
días para llegar a la frontera y otros dos para llegar a casa.
Iba con un grupo de
amigos, todos de Takassari. Pedaleaban de día y de noche, más de noche que de
día, para escapar de las menas del orden. Las ciudades que encontraban en el
camino las sorteaban por pistas periféricas que recorrían de noche.
Ahora Juan exhibe su
bicicleta como trofeo de triunfo. En el guardabarros de atrás ha colocado una
pegatina: dos dedos que celebran la conquista con un cartel: victoria. En
cuanto a la radio, Juan la vendió enseguida, porque necesitaba dinero. La
bicicleta en cambio, no la venderá nunca, es demasiado importante para tener un
poco de independencia e ir más rápido donde están los campos o el mercado.
Enhorabuena, Juan! Has
ganado. Alguien hablara tal vez con razón de "explotación" de "
moderna esclavitud ". Si se hacen cuentas, has trabajado por un dólar a
la semana en un mundo en que el umbral de la pobreza se considera un dólar por
día. Si en nuestro planeta hay gente riquísima, tú estás seguramente en el
extremo opuesto: los paupérrimos, pero sabes que la vida de tu aldea no ofrece
alternativas.
¿Que hacer?
¿Lamentarse? ¿Quien te escucharía? ¿Cambiar la situación? Por ahora es
imposible. "La prueba dice Juan, es que en mi aldea no encontrareis
jóvenes de 14 o 15 años. Todos están en Nigeria ". Es cierto. Es como si la aldea permaneciera huérfana de jóvenes.
Cuando Juan regresó, otros se iban. Ahora están trabajando en algún lugar al
norte de Nigeria, y sueñan con una bicicleta y un regreso victorioso.
Aguiluchos.