Hace 5 años Sor. Luisa llegaba a la jungla tropical de Papua Nueva
Guinea. Actualmente está a cargo de la catequesis y de la instrucción a la vida
familiar en la parroquia de Daru. Una de sus actividades regulares es
"patrullar"; van de una aldea a otra preparando a la gente para el
Bautismo, la Confesión, la Primera comunión y el Matrimonio. Aquí nos cuenta
cómo cruzó el puente de las diferencias étnicas.
Choque cultural:
Llegamos a la aldea a las 2,30 de la madrugada. Estaba atónita porque
los jefes de la aldea nos habían colocado a los cinco en una choza de barro. Ni
que decir tiene que fue muy duro para mí porque no había ropa para cambiarse,
ni habitación, ni baño. Tuve que dormir pegada a mis cuatro compañeros varones.
La gente tampoco hace comidas regulares. Ni siquiera nos ofrecieron algo de
comer. No pude dormir en toda la noche debido a que me dolía la espalda. El
suelo no era plano y había agujeros en él.
Miedo del color.
Al día siguiente, di vueltas y visité a
las familias. Al principio los niños lloraban y se escapaban cuando me veían.
Más tarde supe que se asustaban de mi extraño pelo liso y de mi figura poco
natural. Pensaban que era una bruja salida del mar. Esa fue una de las
dificultades para tratar de llegar a ellos. Pero yo siempre había creído
firmemente que cualesquiera que fueran nuestras diferencias, de lengua, color,
creencia y tradiciones, podríamos encontrarnos siempre y al final, podríamos
cruzar el puente cultural que nos divide.
Las primeras impresiones no duran
Día tras día, me sentía más en casa con
ellos, hablando y comiendo con ellos, aprendiendo su idioma y estilo de vida.
Descubrí que eran gente amistosa y acogedora, y estoy segura que ellos
descubrieron lo mismo sobre mi. Estuvimos allí 10 días. Dimos lecciones y
charlas sobre los Sacramentos y nuestro párroco vino para los últimos días y
administró los sacramentos del Bautismo, de la Confesión, Primera Comunión y
del Matrimonio.
Sucias galopadas y más
Esta no fue mi última patrulla. Hay muchas programadas por venir y
muchos viajes a caballo. Sin embargo yo quiero ir porque no hay nada comparable
a ese sentimiento de formar parte de la vida de alguien, descubriendo qué clase
de vida hay al otro lado del mundo, aprendiendo las creencias y tradiciones de
otras gentes y sobre todo oyendo su propia historia.
Y entonces, a lo largo del camino, comprendí porque Dios hizo a las
gentes diferentes unas de otras.
Sr. Maria Luisa Tomaro Papua - Nueva Guinea
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