martes, 4 de febrero de 2014
Y LA VIDA ETERNA.
Después del juicio final, el universo entero, liberado de la esclavitud de
la corrupción, participará de la gloria de Cristo, inaugurando «los nuevos
cielos y la tierra nueva» (2 P 3, 13). Así se alcanzará la plenitud del
Reino de Dios, es decir, la realización definitiva del designio salvífico de
Dios de «hacer que todo tenga a Cristo por Cabeza, lo que está en los cielos y
lo que está en la tierra» (Ef 1, 10). Dios será entonces «todo en todos»
(1 Co 15, 28), en la vida eterna. (Compendio 216)
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