Cuarenta días después de haberse
mostrado a los Apóstoles bajo los rasgos de una humanidad ordinaria, que
velaban su gloria de Resucitado, Cristo subió a los cielos y se sentó a la
derecha del Padre. Desde entonces el
Señor reina con su humanidad en la gloria eterna de Hijo de Dios, intercede
incesantemente ante el Padre en favor nuestro, nos envía su Espíritu y nos da
la esperanza de llegar un día junto a Él, al lugar que nos tiene preparado.
(Compendio 132)
No hay comentarios:
Publicar un comentario