Ángel,
síndrome de Down, pertenecía al grupo de
jóvenes de la parroquia y su presencia nos hacía más generosos a todos. Un
día, su padre esperaba que le contase qué tal lo había pasado en la visita
cultural programada por su centro escolar. Por eso, cuando fue a recogerlo, le
pregunto:
-¿Qué
tal la excursión?
-
Tú digas nada, le respondió en serio, pero es que yo no he ido de excursión
-
¡Que no has ido” “no he ido” repitió movimiendo la cabeza.
El padre
permaneció en silencio y Ángel se abrió de brazos y prosiguió con un leve
tartamudeo:
-
Es que a Juan, mi amigo, le ha muerto su abuela
-
¿y tú que has hecho? - pregunto el padre
-
Pues me he quedado con él
-
¿Los dos solos?
-
Si, los dos solos
-
¿y que habéis hecho?
-
Nos hemos sentado en el suelo.
-
¿nada más? -Preguntó el padre extrañado
-
Si, hasta que Juan se puso al llorar
-Ahh,
y entonces ¿que hiscistes?
-
Pues, que me puse a llorar con él.
El padre
abrazó a Ángel y le dijo:
-
Eso
hacen los buenos amigos
-
Sabía
que lo entenderías – dijo sonriendo
(anónimo)
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