En un pequeño pueblo de Castílla había una iglesia con un
monasterio de franciscanos en el cual vivían unos hermanos en el mas estricto
silencio y recogimiento. Un día llego por allí un niño de unos 10 años, y al
darse cuenta de su presencia le preguntaron por sus padres; les contó que se
llamaba Luisín, que era huérfano, y estaba solo viviendo de lo que le daban de
comer. Poco a poco los monjes le cogieron cariño; cada vez que aparecía aquel
claustro se transformaba en un alegre patio. Le daban de comer un puchero
caliente y a cambio, con la excusa de que hiciera algo por la comida, le pidieron que se pusiera en la entrada de
la iglesia con el cepillo para recoger
dinero.
El niño cogió confianza, y cada vez que llegaba tocaba una
campana que les servía como avisador para tomarles el pelo. Aquel niño siempre
hacia la misma pregunta: ¿Cuándo dura la eternidad? Y le contestaban que para
Dios mil años duraba un día, y un día duraba mil años; los frailes le puso ejemplos, pero
no entendía; y siempre acababa la discusión con un “venga, venga. Ponte en la
puerta a recoger dinero sino no habrá puchero de fray Felipe”.
Un domingo después de Misa entro al claustro para dar
el cepillo pero cual sería su sorpresa que no conocía a ningún fraile.
-¿Cómo te llamas?
-Luisin.
-¿y que haces aquí dentro?
-vengo a dar el cepillo a fray Domingo
-Aquí no hay nadie que se llame así
Luisin puso los ojos redondos de miedo, y empezó a
corre para tocar la campana para avisar, pero… ¿y la
campana? No estaba.
-¿Dónde esta la campana?
-¿Qué campana? Aquí nunca habido una campana.
Se fue para la cocina chillando: “fray Felipe” pero no
estaba, había uno nuevo. Con el escándalo toda la comunidad fue a la cocina
para ver lo que pasaba. Un fraile anciano recordó que cuando era novicio habia
una vieja campana cascada y la quitaron ¡¡como podía saber aquel niño
aquello!!. Y el niño dijo:
-debajo de esta baldosa fray Felipe esconde vino.
Todos se miraron entre si ¿Quién era fray Felipe?
¿como podía saberlo? Tras mucho trabajo quitaron la baldosa pues con los años
se había pegado; efectivamente, debajo había un agujero sucio ¡¡con media
botella de vino!!.
De pronto el fraile encargado de limpiar la iglesia lo
reconoció: Hacia años que recogía el dinero y limpiaba el polvo; era la estatua
del monaguillo con el cepillo a la entrada.
Y así Luisin supo que era la eternidad: había pasado
150 años pero para él duró una Misa.
Tengo que leerlo aún más despacio.... entiendo que pasó muuuucho tiempo, pues todos los fraile que estaban de nuevo no conocían al chico...y que para él, no había echo tanto tiempo...ando desencaminada?...no se sí será así en realidad...por que quiero decir.....que el relato tiene final, pero la vida eterna...tal y como nos la imaginamos no...ay que lío!!!,en fin!,creo que me he liado yo solita. Pero me ha gustado mucho.
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