Un día iba cruzando solo la Avenida de Andalucía, una de las
principales de Málaga, e iba un poco apurado pues el tiempo del semáforo lo
conocía bien. De pronto me para un señor preguntándome si me ayudaba. Agradezco
que me ayuden, pero no que me paren en medio de la avenida, ¡le debí echar una
mirada!.
Los discapacitados tenemos fama de no querer que nos presten
ayuda. En este caso le estaría agradecido si se hubiera puesto a mi lado, y en
caso necesario, que, pese a todo, no fue preciso, indicara a los coches que
parasen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario