viernes, 26 de agosto de 2011

(3). VIDA DE ESTUDIANTE

Tras 5 años de estar en colegios de deficientes mentales logré escolarizarme en un colegio “normal”, que me supuso un paso de gigante para mi realización personal. Lo podéis leer en “integración”. Ahora quiero hablaros de mis estudios en dos colegios.

Fui al Puertosol en donde estuve con compañeros fenomenales, me acogieron muy bien, me pasaban los apuntes a calco, en aquellos tiempos no había ordenadores, Pepe Serna, Santiago Muñoz… . Los profesores me facilitaban en todo, y en particular D. Manuel Olea. En aquella biblioteca aprendí a buscar información para los trabajos escolares.

En cuanto a los exámenes cada profesor me ponía un tipo de prueba según su gusto: tipo test, rellenar frases, oral, verdadero o falso… pero debo decir que no me los regalaban.

En cuanto a los compañeros la mayoría se portaron bien, era una época donde todavía no era frecuente como compañero a un discapacitado; pero en mi curso había otro, Pepe Serna que le recuerdo mucho, él solo tenia las piernas afectadas, pero es probable que diese un ambiente de normalidad.

Allí estuve tres maravillosos años cuyos recuerdos me brotan ahora. Pero debieron cerrar el BUP (bachillerato), y me vi forzado a irme de mi colegio, entraba en segundo. Tras mucha búsqueda por parte de mis padres, fui al Romeral, un colegio católico; allí el ambiente era muy distinto. Me tropecé con algunos compañeros que me hacían la vida imposible, profesores que no le agradaba tenerme como alumno, menos mal que todos no eran así, en particular D. Eduardo Martínez, y Jesús Sánchez. En aquel colegio empecé a ver lo que era la vida; hasta entonces era un inmaduro adolescente.

A los 21 años acabe el COU, 3 años más que mis compañeros. Suspendí la selectividad pero me sentía orgulloso de haber llegado hasta allí. La podéis leer en el capítulo “selectividad”; entré en FP2 Informática.

domingo, 14 de agosto de 2011

El arbol


Jesús es para mí como un árbol” suelta Magdalena, una abuela africana, a bocajarro. “¿Cómo es eso? Cuentamelo”. Le pregunté curioso.

“Bueno,- dudó-, El tiene las raíces profundas; por eso no le falta nunca el agua y da buena sombra. Nunca pierde las hojas y da gusto quedarse sentado a su lado. Se está fresca y en paz. Te puedes apoyar en él con familiaridad ; no te va a echar de su lado y hay sitio para todos. La tormenta no lo rompe ; su madera aguanta el temporal. Sus frutos son más dulces y exquisitos que los del mercado, y, además, son gratis.”

lunes, 8 de agosto de 2011

(2) ESCOLARIZACIÓN E INTEGRACIÓN




En los años 60 los niños como yo podían hacer dos cosas: quedarse en sus casas o ir a los colegios de deficientes mentales, o de subnormales, como se decía; y en década anterior era peor: se escondía pues era una vergüenza para la familia.



Gracias a Dios mis padres optaron por llevarme a un colegio: calculo que tendría unos ocho años; antes mi madre se dedico a llevarme a  fisioterapeutas, logopedas –esta palabra no existía aún-, médicos,…; afortunadamente le dieron mas importancia a mi estado físico al académico; me puse de pie a los 5 años.



Fui a mi primer colegio, al Dulce Nombre de María donde me enseñaron a leer y hacer las cuatro operaciones; la verdad es que no guardo buen recuerdo. Mi profesor nos ponía un copiado y cálculo, y luego se iba a jugar al  ping-pong con sus compañeros dejándonos en la clase. .
Recuerdo que una vez le pregunte a mi madre porque Jorge ya no era mi amigo; mi madre intento explicarme que mi amigo no crecía intelectualmente y yo si; eso no lo entendía. A los once años cambié de colegio: abría el primer colegio público de deficientes mentales en Málaga, el CREE, hoy Portada Alta.



Los profesores me acogieron muy bien; se dieron cuenta de mi deficiencia en mis estudios, y se dieron cuenta que no tenía ni la cartilla escolar. Se pusieron a enseñarme un poco mas enserio. Doy gracias a tantos profesores, Antonio Revuelta, Mª Carmen Madrid, Rafael,… Se pusieron a enseñarme en un rincón de la clase mientras los demás hacían copiados.



Pero iba creciendo y ya tenía problemas de inmadurez que lo arrastre durante bastantes años, y de adaptación: estaba en plena adolescencia; se me hacia ya muy pesado estar allí con compañeros deficientes mentales: empezaba a explotar.



Así que otra vez mis queridos padres se pusieron en marcha para buscar un colegio que quisiera acogerme. La integración aun no existía con lo cual era muy difícil de buscar pues dependía de cada uno y de su consejo de dirección, Al final encontraron a mi querido Puerto Sol, allí había un discapacitado desde pequeño; entré en 7º curso de EGB con compañeros de 12-13 años; yo tenia 15, con lo cual siempre he estado con mas pequeños que yo; y como consecuencia no maduré hasta muchos años mas tarde a base de palos; mi madre, que lo veía, trataba de que no sea tan niño ¡¡que lucha tenía, y cuanta razón tenia!!.



Y estaba el gran reto: ¿sería capaz de amoldarme a la vida escolar? ¿Tendría que volver al CRRE? Evidentemente no era conciente del “experimento” (en aquella época éramos pocos los que accedíamos y cada uno por separado). Y gracias a Dios que puso en mi camino a personas tan entregadas como D. Manuel Olea, Teodora, Bernardo, y tantos, y compañeros como José Serna, Santiago Muñoz,…. No solamente logré integrarme, sino llegué a finalizar mis estudios, estudié hasta COU (Curso de Orientación Universitaria) y después programador informático. Tres años más tarde el colegio tuvo que cerrar el bachillerato, por lo que tuve que volver a cambiar de colegio; fui al Romeral.