martes, 26 de julio de 2011

(1) INTRODUCCIÓN


Hace tiempo que quiero escribir algo de mi vida; no pretendo que sea una autobiografía sino unos capitulillos breves que se pueda entrever lo que ha sido mi vida.

Si no lo he hecho antes es por temor a la petulancia y al engreimiento que se pueda caer en estas cosas. Lo que me ha hecho empezar a escribirla es mi viaje a Tierra Santa: allí me di  cuenta que mi testimonio era muy útil a los demás; lo intuía pero creía que era cosas mías, que era un afán de protagonismo.  Cada uno tiene una vida particular que puede ser más o menos interesante a los demás, depende de los puntos en común que haya, o lo acnédoctico que tenga.

Nací en el año 1961; mi madre es francesa, mi padre abogado: unos grandes luchadores. En aquellos años tener un niño discapacitado, o invalido como se decía en aquellos tiempos, era una vergüenza, y el único sitio era en la casa o en una institución escondido. Desde los 6 meses estuve haciendo rehabilitación; como es de suponer, no había profesionales especializados. Por poner un ejemplo, mi primera logopeda era una profesora de canto – Luchi, mi querida Luchi - pues no la había en Málaga la titulación; tengo el vago recuerdo de que me ponía pedazos de papeles sobre la mesa y que tenía que sobrar hasta que se cayera al suelo, para mi gran regocijo.

Una de las muchas preguntas de mis padres era mi inteligencia ¿me habría afectado también la inteligencia? ¿Hasta que punto? Una vez fuimos a un médico, uno de los muchos que visité de pequeño, mediante un juego – empujar un objeto y él me lo volvía a poner a mi alcance- les afirmo que yo era inteligente, cosa que les tranquilizó; y con el paso del tiempo se reafirmo este diagnóstico.

Mi madre me cuenta que me ponían boca abajo en una mesa de cintura para abajo, el ejercicio consiste en subir y mantenerme recto; lo que me hizo coger fuerzas para mantenerme de pie – este ejercicio lo hice hasta los 30 años- . A los cinco años fue mis primeros pasos, a los ocho empecé a ir al colegio. Fui de gimnasio en gimnasio hasta los 14 años, en que ya los músculos empiezan a ser menos flexibles, después no paré para mantenerme en forma. Es una lucha constante contra mi cuerpo.


Gracias a Dios tengo unos padres luchadores, que han peleado por mí sin los cuales estaría sentado en una silla de rueda y sin estudios; gracias a ellos tengo la dicha de tener una vida correcta, teniendo mi lugar en mi familia y en la sociedad, y saber ponerme metas alcanzables