lunes, 24 de octubre de 2011

(9). PEREGRINACION A TIERRA SANTA.


Noviembre 09

No sé como empezar. Supongo que por el principio, por los árabes, como decía mi padre. Las ideas e impresiones me vienen a la mente como torrente que apenas puedo coordinar y poner en claro lo que quiero expresar aquí: las palabras no pueden transmitir el gozo que mi alma siente.

Nunca pensé ir a Tierra Santa; todo el mundo decía lo mismo: había que andar mucho y por calles o caminos de adoquines, de tierra, con muchas cuestas. Un día mi padre y yo estuvimos hablando de ello, y le dije que lo veía como Egipto: mucho andar, calor, cansancio, en fin, un viaje irrealizable.

Antes de seguir con esto debo decir que con los años he empeorado mucho físicamente. Ya me cuesta hacer ciertas cosas, soy mas lento, utilizo andador en la calle… Los años no pasan en balde, y menos para mí. Con esto quiero decir que si pensaba esto hace quince o veinte años, ahora imaginaros: ir a la luna, como digo a los amigos. Hay que ser conciente de sus posibilidades. A los que no me conocéis os diré que no soy de los que miran al pasado con añoranza; al contrario estoy contento de ser lo que soy

Un día, uno de tantos, vino una amiga, María, y nos propuso lo impensable: ir a Tierra Santa con un grupo de personas que se dedican a eso, a llevar gente con problemas físicos. Nos miramos mi madre y yo, diciendo: imposible, con los impedimentos de los dos, no es posible. Pero bueno, no dijimos que no, nunca hay que decir que no. A los tres días vino a vernos expresamente de Madrid Ana Palacios, la directora de la Hospitalidad Jesús de Nazaret. Aquí me derrumbe frente a hechos: Lo imposible ya era una realidad, ya habían estado; solo había que decir que sí. Hasta este momento no era conciente de las ganas que tenia de realizar este viaje; estaba dormido en algún lugar del subconsciente. Algunos, a esto le llaman casualidad, otros suerte, pero yo lo llamo Providencia: a cada uno le llega su momento, y el nuestro nos llegó este día, solo había que decir que sí: Le dijimos que sí.

En las semanas que pasaron entre aquel día y el viaje tenia un sentimiento de preocupación y alegría desbordante. Miedo, primero por mi madre que tiene ya muchos años y enfermedades ¿iba a aguantar? ¿Demasiado esfuerzo? ¿Qué pasará si le duele la pierna?o ¿una hipoglucemia? Una incertidumbre. Y yo ¿aguantaré? ¿Si no duermo bien? ¿Si la espalda? En fin miedo a lo desconocido. Y una alegría inmensa pues, aunque era inconciente de ello, estaba loco por ir.

Llegó el gran día y a las 5 de la mañana dejé en la cama mis temores, ahora había que coger el avión a Madrid donde nos esperaban el resto de los peregrinos; asegurar maletas, pasaportes, billetes de avión… una emoción contenida, no había tiempo. A la llegada a Madrid nos esperaban dos hopitararias para llevarnos al grupo de peregrinos; allí todos eran descocidos menos las que vinieron a casa para entrevistarnos

Ahora la palabra grupo me suena casi ofensivo, pues jamás pensé que unos extraños, en tan poco tiempo, su convirtieran en amigos de verdad. A medida que iban pasando las horas nos íbamos conociendo. Pero no un conocimiento superficial como compañeros de asiento, sino que se compartían muchas vivencias, siendo amigos de los de verdad. Al regreso nos despedimos como verdaderos hermanos. Compartimos muchas experiencias, conversaciones, emociones, alegrías. ¡Cuantas Gracias espirituales hemos recibido! Todos aquellos Santos lugares, vivencias con los amigos.

Del itinerario que hicimos no voy a entrar pues a cada peregrino el Espíritu Santo le sopla por donde más le conviene; a unos le dice un sitio más que otro, como pasa leyendo el Evangelio; uno vuelve a leer y encuentra una nueva faceta. Pero no puedo dejar pasar la Misa que tuvimos en la barca en el Mar de Galilea: aquella luminosidad, aquella paz, el paisaje, agua tan mansa; me hacia pensar como debía ser la mirada de Jesús, lo transparente, lleno de bondad para predicar la Buena Nueva, el Reino ¿no es “casualidad” que en medio de su tierra tan convulsa, exista un Mar de Galilea?

Una de las cosas que más me han impactado, aparte de los Santos Lugares, es el valor del testimonio: No sabía hasta que punto yo podía serlo; y con eso no quiero que se me interprete mal: soy el último. Soy alegre, abierto, charlatán y, fundamentalmente, cristiano. No era conciente del bien que podía hacer a los demás pues soy así y no lo puedo remediar; allí me di cuenta de esta realidad que para mí pasaba desapercibida. El último día Pedro, un hospitalario, me dio su brazalete de voluntario porque –palabras textuales-: “Miguel se merece más que yo este brazalete”. Como comprenderéis para mi fue un golpe pues yo no merezco este reconocimiento porque soy así. Ahora todos los días en mis oraciones Le pido que no olvide mi responsabilidad de dar testimonio, que a las personas que veo, les dé luz en mi alegría, que vean a Jesús.

Mi inolvidable peregrinación a Tierra Santa

domingo, 9 de octubre de 2011

(8). HISTORIA DE UNA FE.

Desde pequeño sentía la llamada; tengo unos padres que me han transmitido la Fe; íbamos a Misa en familia, mi madre nos explicaba lo que hacia el sacerdote, íbamos a confesar con mi madre, ella también se confesaba con lo cual nos daba el testimonio cuando nos llego la edad rebelde, en fin… una familia cristiana.

A los 11 o 12 años decía que iba hace sacerdote; indudablemente sentía Su llamada aunque todavía infantil. A los 14 15 (en la adolescencia) fui a un grupo cristiano de minusválidos y enfermos, pero lo deje, me aburrí, eran personas mayores, con sus problemas, y todos se quejaban y no actuaban: necesitaba mas aire

Después intente varias cosas, incluso montar mi propio grupo; y acabe en un Movimiento juvenil en la que estuve unos 3 años allí, pero ese tampoco era mi sitio. Pero allí me enamoré del ambiente cristiano juvenil. Sentía el mono

Una vez que fuimos a Misa en San Pedro, vimos un grupo de jóvenes cantado y preguntamos. Y allí sigo, desde hace unos 27 años. Estoy en una Comunidad (22 años llevamos) del movimiento MAC, nos dedicamos a los niños y jóvenes de las barriadas marginales: me volví a enamorar hasta hoy.
www.movimientomac.es

Hace unos años navegando por Internet descubrí la pagina de Lolo, un periodista discapacido http://www.amigosdelolo.com/ que me  hizo bien, me hizo reflexionar sobre el valor entre oración y del apostolado.

Hace 2 años fui con mi madre a Tierra Santa en una peregrinación … Alli, aparte de conocer los sitios donde paso la vida de Jesús, hice un descubrimiento, quizás el mayor: el valor de mi testimonio, antes sabia que lo daba pero no era conciente.

Ahora sé que tengo que testimoniar, tengo la obligación y la responsabilidad frente a los demás.   Por eso estoy escribiendo capítulos de mi vida, para que sea luz para alguien.

martes, 4 de octubre de 2011

EL OFRECIMIENTO


EL OFRECIMIENTO


            El ofrecimiento es poner en manos del Señor nuestras obras, pensamientos, sufrimientos, anhelos, alegrías, tristezas, y un sin fin de cosas que nos pasan a lo largo del día, para hacernos corredentores de Xto en la cruz; es poner en sus manos nuestros sentimientos y acciones, incluyendo, porque no, las cosas negativas que hacemos,

            Para sentirnos corredentores de Xto. Hay que tener claro que somos parte esencial del Cuerpo Místico: solo así podemos intuir nuestra participación, aunque sea una gota en el oceano, en la Cruz. Efectivamente quien no cree en la coparticipación de la Pasión, es difícil que vea la utilidad del ofrecimiento.

            Otra de las condiciones es la generosidad: es poner a disposición nuestra propia persona, como somos, asumiendo nuestras riquezas y debilidades, para que puedan disponer de nuestro ofrecimiento. Una persona que no ofrece esta aislada, es como una célula que no aporta su misión, es un parásito. La generosidad no solo es dar no solo de lo material, o de nuestro tiempo, etc., sino de nuestro propio ser, tal y como somos. Es algo que es difícil de comprender pues entra en el misterio de la comunicación de los santos.

            Con el ofrecimiento dejamos esta riqueza en manos del Señor. Es verdad que tenemos que aplicarla a las personas de nuestro alrededor, como Jesús nos dijo. Pero tengo el íntimo convencimiento que nuestro ofrecimiento repercute a todo el Cuerpo Místico. Como seres finitos pedimos por todo lo que nos parece y sentimos necesitados, pero también por lo que nos hace falta sin saberlo, por las personas que lo necesitan y que no conocemos, por tantas cosas que no sabemos expresar. En una palabra: no es una “pastilla” para un mal determinado (algo finito), sino que se extiende, beneficia a todo el Cuerpo por poco que nos parezca.

            Jesús nos dio el mandamiento del amor: uno de los infinitos caminos del amor es el del ofrecimiento ¿de que me vale ofrecer si no amo a los demás?, el ofrecer implica darse a los demás, no de una forma activa pero si de manera que comulgamos con los demás a través de nuestro sentir.

            Hay un momento en el ofertorio de la misa, donde el sacerdote pone unas gotas de agua al vino, se llama memento, pues esas gotas de agua representa nuestra ínfima contribución a la redención: me gusta, en ese instante, ofrecer todo mis sufrimientos, anhelos, frustraciones, deseos, todo lo que me preocupa; para dar lo poco que soy al cuerpo místico.

            Muchas veces he oído decir que no se puede dar lo que no se tiene; no estoy de acuerdo: en el ofrecimiento del día se puede dar lo que uno carece, (la salud, cuando no se tiene, el no poder hacer tal o cual cosa). ¿No tiene valor el ofrecer lo que no tenemos?

            Hágase Tu voluntad. Que frase más sencilla y a la vez difícil de entenderla: es ponerse en Sus manos nuestro yo, entero. Pero eso no quiere decir el abandonarse, sino aceptar la voluntad para nosotros, sin revelarnos, dando un sí como María; agradeciendo los favores recibidos; y asumiendo, aceptando nuestras carencias sublimando nuestros anhelos, nuestros sacrificios, para ponerlos al servicio de los demás.


Un camino para el ofrecimiento

            Primero hay que tener conciencia de ofrecimiento y para ello hay que saber que tenemos una herramienta que todo el mundo la tiene. ¿Qué es el ofrecimiento?, Es el modo de estar con Jesús en la cruz, ser coparticipe de su sufrimiento. Claro esta que mi aportación es ínfima, pero sin ella no seria nada pues si El murió por mi, yo debo aportar algo. Como digo antes, es la gota de agua que se pone en el vino: sin ella seria incompleta la consagración. De esta manera me convierto en corredentor, de forma totalmente activa pese a mi miseria humana.

 ¿Quién no ha ofrecido el día? Todas nuestros actos, nuestras carencias, pensamientos,... si están ofrecidos, se beneficia todo el mundo aunque a lo largo del día, aunque no nos acordemos de El. Es otra manera de la oración perpetua. Durante el día podemos tener conciencia de que nuestras acciones repercuten a los demás y así contribuir, sin darnos cuenta. Es como una gota de sangre que oxigena y a la vez necesita de las venas para llegar al corazón. A mi me gusta pensar que soy una célula de una vena pues no soy quien para ser sangre pero si una parte pequeña de la vena, pues tengo conciencia de pertenecer al Cuerpo Místico.

            Una persona que no ofrece es como la que no comunica su riqueza interior, se guarda todo para si. Es como un parasito que chupa la sangre sin dar nada a cambio; no hay amor, generosidad, capacidad de darse. Son conceptos que a mi forma de ver también se puede aplicar aquí, pues son diferentes maneras de amar; no hay que ceñirse a lo material sino también se puede dar lo que somos.

            Otro problema es el de no dar importancia a lo que hacemos, debo decir que a mi me pasa; no veo el merito a lo que hago, a lo que soy: aunque me este mal decirlo, me tengo como una persona buena, pero porque me sale, no porque lo sea; no sé si me expreso bien ¿y que valor tiene si un niño ofrece comer un dulce? Lo mismo me pasa a mi. ¿Pero, qué derecho tengo en juzgar lo que vale o lo que no? Lo importante es darse por entero, las cosas buenas y malas Lo importante es de poner a disposición todo nuestro ser al Reino. Santa Teresita es patrona de las misiones, y eso que no ha salido del convento.


sábado, 1 de octubre de 2011

La fábula del puerco espín

La fábula del puerco espín

Durante la Edad de Hielo, muchos animales murieron a causa del frío.


Los puercoespín dándose cuenta de la situación, decidieron unirse en grupos. De esa manera se  abrigarían y protegerían entre sí, pero las espinas de cada uno herían a los compañeros más cercanos, los que justo ofrecían más calor. Por lo tanto decidieron alejarse unos de otros y empezaron a morir congelados.

Así que tuvieron que hacer una elección, o aceptaban las espinas de sus compañeros o  desaparecían de la Tierra. Con sabiduría, decidieron volver a estar juntos. De esa forma aprendieron a convivir con las pequeñas heridas que la relación con una persona muy cercana puede ocasionar, ya que lo más importante es el calor del otro.

De esa forma pudieron sobrevivir.


Moraleja de la historia

La mejor relación no es aquella que une a personas perfectas, sino aquella en que cada individuo aprende a vivir con  los defectos de los demás y  admirar sus cualidades.