miércoles, 22 de junio de 2011

XII. La reconciliación

XII. LA RECONCILIACIÓN.
Génesis cap. 43-45.

El viejo Jacob estaba esperando con angustia la vuelta de sus hijos. El tiempo pasaba y se preguntaba si tendrían dificultades con el mayordomo del Faraón. Este importante hombre parecía muy desconfiado e incluso los había acusado de ser espías. Y con ese pretexto, había guardado a Simeón como rehén.
Nadie sospechaba que ese hombre temible era José, el hijo vendido a los mercaderes y que Jacob creía muerto. Nosotros sabemos que esa severidad era aparente: su única meta era reencontrar a su familia; pero no quería desvelar su secreto demasiado pronto porque quería indagar los verdaderos sentimientos de sus hermanos. ¿Cómo habían evolucionado? ¿Se podía confiar en ellos, hoy? Parecían más humanos, preocupados unos de los otros y su conversación en su lengua maternal que un intérprete traducía, respiraba franqueza y remordimientos. Pero, ¿Hasta donde era verdad? La última estratagema le permitiría saberlo de verdad.
Benjamin era el más joven, el más delicado, y su padre los había abrumado de recomendaciones. Otra vez ¿los hermanos se pondrían celosos? O, ¿jugaría el espíritu de familia? Para asegurárselo, José manifestó una preferencia manifiesta por él, incluso lo expuso a un gran peligro.
Todo empezó con un gran banquete en la casa de José. Benjamin disfrutó de más y mejor comida que sus hermanos que no protestaron para nada. Luego, José hizo rellenar los sacos de trigo de cada uno, con el dinero integral que habían pagado. No tenía intención de enriquecerse a sus expensas. Y en el saco de Benjamin, disimuló la preciosa copa de plata, propiedad personal de José que le servía para practicar las adivinaciones. Los once hermanos se fueron. Todo  en regla aparentemente y el mayordomo los había dejado irse.
Pero, camino de vuelta, en la primera acampada, un comisario mandado por José llegó para inspeccionar los sacos. Encontraron la famosa copa en el de Benjamin que no entendía nada. Volvieron estupefactos, comparecieron delante de José, muertos de miedo. ¿Iban a reducir a Benjamin a la esclavitud? ¿O la muerte?
La hora de la verdad había llegado para José. Y nos encontramos con una de la más hermosa página de la Biblia, de las que nos permiten creer que la Humanidad puede mejorar. Judá tomó la defensa de su hermano menor, el hijo de Raquel, argumentando que sería una desdicha irreparable para su anciano padre. Judá incluso propuso tomar el sitio de su hermano.
Entonces José supo lo que quería saber y pudo perdonar. Lloró con emoción. Había llegado la hora de la reconciliación: desveló a sus hermanos su real identidad. El palacio del Faraón se llenó de los llantos de los hijos de Jacob.


                                                                                  Marie Noëlle THABUT

Traducido de “Panorama”, septiembre 2010.

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