viernes, 8 de abril de 2011

EL CIRIO PASCUAL Y LA VIDA DEL CRISTIANO

EL CIRIO PASCUAL Y LA VIDA DEL CRISTIANO


Desde la noche de la Vigila Pascual preside nuestras celebraciones, en un reinado que dura cincuenta días en la liturgia, el cirio pascual. Una presencia en el altar, en todas las iglesias católicas, que se convierte, en los días de Pascuas, en magisterio mudo y simbólico en lo que es la vida nueva del cristiano resucitado.
El cirio pascual nos habla de una lección de trabajo. Cirio viene de la cera. La cera es el resultado de un trabajo infatigable de miles de abejas para reunir esos kilos de cera del cirio. Idas y venidas. Aportaciones pequeñas, fruto de un enjambre en constante actividad. Una lección de trabajo que nos llama a gastar para Dios en nuestra actividades todas nuestras fuerzas, habilidades y talentos, sin robarle nada.
 El cirio, indirectamente, nos enseña dulzura. Del panal de cera exprimido salió la miel que guardaban esas celdillas perfectísimas. Una dulzura que en la vida del cristiano resucitado se traduce en dulzura de caridad fraterna: sin odios ni amarguras, sin palabras desabridas, sin brusquedades, sin egoísmos ni pasiones. “La caridad es benigna, no es envidiosa. No se engríe, no es descortés, no se irrita, todo lo excusa, todo lo perdona, todo lo cree, todo lo espera” (1 Co 13).
Una tercera lección para la meditación pascual desde la contemplación del cirio pascual es la pureza. El cirio es puro y limpio, como una columna de marfil. Así lo debe ser nuestra alma y nuestra vida. La cera virgen del cirio pascual nos recuerda la pureza y la limpieza del alma con la que debe estar adornada la vida del Hijo de Dios, del que es templo de la Santísima Trinidad, del que a diario comulga al Cordero inmaculado, Jesucristo Eucaristía.
El cirio nos habla de rectitud. Vertical y fiel a la plomada, marca la única dirección verdadera. Su actitud nos habla del cumplimiento del deber, de justicia, de fidelidad. Así, el camino hacia Dios debe ser recto y continuo, sin desviarnos por gustos, por afectos colaterales ; sin desviarnos, por respetos humanos, sin desfallecer, con constancia.
El cirio, con su presencia, nos habla de desprendimiento. En alto, desprendido del cielo , aspirando al cielo como los cipreses. Es la vida del resucitado, la vida de esperanza, de desprendimiento de los que no tenemos aquí nuestra ciudad y patría permanente, sino que vivimos como de pasada, en una noche, en una tienda de beduinos, que nos hace desinstalarnos de nosotros mismos. “Si habeis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba”(Col.3,1)
El cirio habla tanbien de sufrimiento. Es semejante a un pino que sangra. Su piel, en la noche de Pascua ha sido rasgada por el punzón  y, en él, se ha grabado una cruz : “Cristo, Alfa y Omega”.. Ha sido taladrado por cinco llagas, con cinco clavos agudos, que llevan cera e incienso. El cirio es imagen de Cristo, espejo de lo que debe ser el cristiano fiel. El emblema del cristiano es la cruz. Hace falta seguir pidiendo luz para entender esa cruz y llegar, como San Pablo, a embriagarnos con ella, gloriándonos en Jesucristo crucificado (Gal.6,14) ¡Cuantas lecciones da el cirio pascual!
Otra de ella, y no la menor, es la del amor. La vocación del cirio, durante el tiempo pascual es arder. Ser una llama cálida, silenciosa, que corona esta figura blanca. Toda la cera del cirio es para alimentar esa llama. La vocación del cristiano resucitado es arder, arder de amor, que es lo más noble, bello y grande. Amor a los hermanos y amor a nuestro Dios. Amar el Amor. Negarnos y perdernos en El.
El cirio continua hablándonos de redención y luz. Ilumina a todos los que lo rodean. El cristiano está llamado a ser faro apostólico, a irradiar a los que viven en su entorno con criterios, con palabras, con vida evamgélica, con el ejemplo, transpirando el buen olor de Cristo que hemos aspirado antes de la noche pascual. Muchos encontrarán así, en nosotros luz en el camino.
El cirio habla tambien de soledad. Está solo. Aislado en el presbiterio, alejado de las velas y luces. El cristiano resucitado tambien atraviesa soledades afectivas, la incomprensión, el abandono, la lejanía de los amigos. Todo ello son pruebas permitidas por el Señor. Pero este despojo trae la compañía presente de Dios. Se da el salto de gigante : desde la máxima pobreza y vacío si aguardamos  con paciencia. El cirio es el Rey de la noche pascual. El Rey de la noche oscura, de las tinieblas y oscuridades. Sabemos que al final de la noche despunta y se levanta la aurora.
Por último, la lección de holocausto. Como el incienso se quema totalmente en el incensario para subir a Dios, para perfumar de buen olor e irradiar ese aroma, así se quema el cirio totalmente para dar luz. La cera se va fundiendo poco a poco. Va subiendo por las fibras del pábilo hacia lo alto para quemarse. Pasan los días y el cirio irá menguando, gastándose en el servicio de Dios. Algo así debe ser la vida del cristiano : consumida y quemada en holocausto para Cristo, en su honor, servicio y alabanza.
Muchas lecciones que merecen ser contempladas y meditadas. Son la perspectiva que abre el día del triunfo de Jesucristo.


Copiado de “Magnificat”.

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